La
europea es una vieja flacucha y desdentada; no usa sombrero ni cururucho.
Las brujas no son propiamente
mitológicos, sino seres reales, que no obstante, se distinguen de
las simples adivinadoras y curanderas por su dimensión sobrenatural
y su proyección en el mundo fronterizo de los temporal y eterno,
siempre con fines malvados. En los pueblos montañeses existían
algunas mujeres, por lo general ancianas, que vivían solas y frecuentemente
apartadas, a las cuales se le reconocía unánimemente su condición
de brujas, suponiéndoseles tratos con el demonio y poderes especiales
para encantamientos de toda índole. Ellas mismas pasan la frontera
de lo terrenal, cuando montadas en la escoba y con el poder del "unto"
que guardan acuden al aquelarre de Cernegula, (en el Norte de Burgos).
Donde tienen tratos sexuales con el "macho cabrío" (el diablo),
que preside la reunión. Ellas son las que producen el "mal de ojo",
o incluso las que, transformadas en lechuza, acuden a la iglesia a chupar
el aceite de las lamparas, o convertidas en perro aúllan en los
cementerios por la noche, y, bajo la apariencia de garduña (la rámila)
siembran el pánico en los gallineros.
La bruja actúa por
medio de ritos mágicos, sirviéndose de representaciones o
imágenes de las personas a las que tratan de dañar (magia
simpática), o de algún elemento que haya pertenecido a la
persona como recortes de uñas, cabellos, ropa... (magia de contacto).
Para defenderse de los hechizos de las brujas hay que hacer o dibujar la
señal de la cruz. También es útil portar al cuello
algún amuleto de azabache de ajos o de menta de ruda, o bien en
forma de mano (la manuca), o simplemente llevar los "evangelios" pequeño
amuleto cristianizado en forma de librito, que se les ponía a los
niños pequeños. |
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